Caminó durante horas procurando su presa, cuando la tuvo en la mira apuntó a la cabeza y disparó. El ciervo se desplomó y quedó con los ojos abiertos, con una expresión que irradiaba paz. El cazador lo miró y, en ese mismo instante, un paro cardíaco acabó con su su vida; pero sus ojos se cerraron y su rostro era la imagen del dolor.
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