miércoles, 22 de septiembre de 2010

EL COBRADOR

Raphael tiene un trabajo fuera de lo común y la ley: es un cobrador violento al servicio del principal jefe narcotraficante de la ciudad.
En lo suyo era el mejor y aplicaba continuamente el lema "el fin justifica los medios". Y como su fin era cobrar, no le importaba si tenía que torturar, violar o amenazar a los deudores de su jefe. Y si los medios no le daban resultado se cobraba con la vida del otro.
Ya había hecho el suficiente dinero como para retirarse de la actividad, comprarse una buena casa en un lugar paradisíaco y comenzar una nueva vida. Y así lo tenía decidido, pero antes debía cumplir con el último trabajo que le solicitaron: cobrar una deuda fabulosa a Ana, una señora que había amasado una fortuna primero como prostituta en sus años mozos y luego manejando una red de trata de blancas. Pero Ana cometió el error de negarse a pagar a quien la habia ayudado a resurgir de la pobreza.
Raphael, el gran cobrador, agotó todas las instancias pacíficas. No quería ensuciarse las manos en su último trabajo, pero no le quedó mas remedio. La esperó en un desolado estacionamiento de un Supermercado una noche fría como el hielo, y cuando la mujer abrió la puerta de su camioneta importada le descerrajó dos tiros en la cabeza con su pistola "calmada" con un potente silenciador.
Para evitar el ruido del cuerpo en el piso la intenta tomar y en eso se queda en la mano con el colgante que Ana llevaba en su cuello. Un crucifijo enorme de plata que rezaba: "Raphael 20/02/70, perdóname tú y Dios".   Su nombre y su fecha de nacimiento en esa cruz le paralizaron la sangre al vil cobrador; acababa de matar a la madre que lo había abandonado al nacer y que tanto había buscado a lo largo de su vida.


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