Hugo llamó por teléfono a Juan Manuel. Amigos de toda la vida necesitaba verlo para hablar de un pequeño negocio, algo de política, de la pasión que ambos compartían por el club de fútbol Colon de Santa Fe y por supuesto de mujeres.
Efectivamente pasaron por todos esos temas, pero a Hugo una frase de esa charla es la que le quedó dando vueltas taladrándole su cabeza: "Te tenés que meter en Facebook negro, te aparecen todas las minas de tu vida. Y lo mejor es que no quieren revivir el pasado, sólo quieren enmendarlo".
Hugo no era muy devoto de la tecnología pero tenia una computadora en su casa. Esa noche esperó que su mujer se acostara. Encendió la máquina, se registró en Facebook y no soportó la tentación de girar las paginas del libro de su vida hacia atrás. Fueron muchos los pedazos de su historia que le devolvía ese monitor. A cada una le envió un mensaje tan simple como tonto: -hola, soy Hugo. Te acordás de mi ?. Apagó la máquina y recién la volvió a encender para ver que tan cierto era lo que le había dicho su amigo un mes después.
Y era así nomas. Comprobó que hay mucha gente con puertas sin cerrar y con muchas ganas de rellenar los pozos del camino recorrido. No solo recibió cantidad de respuestas del pequeño mensaje enviado sino también contactos de mujeres que ni siquiera recordaba el nombre. Sonrió al recordar las palabras de su compañero de ruta y de todos los contactos nuevamente establecidos optó por responder solo a Marta. Un año y medio de intenso noviazgo habían dejado recuerdos encendidos, tan encendidos como los ojos azules de esa niña de 22 años recien convertida en mujer. Quizás optó por ella también por la fantasía tan humana de reencontrarse con uno mismo en su juventud, como mirarse a un espejo que no conoce del paso del tiempo.
A los dos días se encontraron después de 20 años. El la pasó a buscar en su auto a la salida de una clase de pintura de ella.
- Estas igual. Le dijo apenas subió al coche con su pollera colorada y una blusa blanca ajustadisima. Tan sincero como embustero, no podía dejar de observar en el rostro de Marta las huellas del paso de la vida. Igual sigue siendo un minón pensó.
Fueron a tomar un café a un lugar alejado de miradas indiscretas. Apenas el mozo dejó sobre la mesa los pocillos, ella comenzó a hablar sin parar. Como siempre. Las personas pueden cambiar muchas cosas, pero no su escencia pensó Hugo.
El no quería saber nada de escuchar lo que había sido de su vida, solo quería tenerla en sus brazos una vez mas. No la estaba escuchando cuando la interrumpió bruscamente:
- Pará loca, cortala con hablar. Quiero acostarme con vos, y ahora.
- Bueno Hugo, mentime un poco. Le dijo risueña.
- Pero que querés !, si no paras un segundo ni para tomar aire.
Pidió la cuenta, pagó sin esperar el cambio y salieron rumbo al Hotel. En el trayecto de media hora habrán intercambiado 3 preguntas. No mas. Una de ellas si habían tenido hijos. El dos, ella uno. El también le preguntó si se había operado los pechos, los veía mas grandes y casi con la misma firmeza que antes.
La habitación del humilde hotel Amancay estaba como siempre. Se amaron como hacia 20 años.
Ella comenzó a hablar nuevamente cuando de repente Juan mira el viejo reloj de agujas colgado en la pared y exclama:
- Ya son la una de la matina negra, tengo que salir de vuelo.
- Es temprano todavía !!! y comenzaron los reproches de ayer y de siempre.
Le pidió que lo deje vestir en paz, y mientras se terminaba de peinar el pelo con las manos pensaba: "Es al pedo, la única forma de enmendar el pasado es no repetirlo".
Efectivamente pasaron por todos esos temas, pero a Hugo una frase de esa charla es la que le quedó dando vueltas taladrándole su cabeza: "Te tenés que meter en Facebook negro, te aparecen todas las minas de tu vida. Y lo mejor es que no quieren revivir el pasado, sólo quieren enmendarlo".
Hugo no era muy devoto de la tecnología pero tenia una computadora en su casa. Esa noche esperó que su mujer se acostara. Encendió la máquina, se registró en Facebook y no soportó la tentación de girar las paginas del libro de su vida hacia atrás. Fueron muchos los pedazos de su historia que le devolvía ese monitor. A cada una le envió un mensaje tan simple como tonto: -hola, soy Hugo. Te acordás de mi ?. Apagó la máquina y recién la volvió a encender para ver que tan cierto era lo que le había dicho su amigo un mes después.
Y era así nomas. Comprobó que hay mucha gente con puertas sin cerrar y con muchas ganas de rellenar los pozos del camino recorrido. No solo recibió cantidad de respuestas del pequeño mensaje enviado sino también contactos de mujeres que ni siquiera recordaba el nombre. Sonrió al recordar las palabras de su compañero de ruta y de todos los contactos nuevamente establecidos optó por responder solo a Marta. Un año y medio de intenso noviazgo habían dejado recuerdos encendidos, tan encendidos como los ojos azules de esa niña de 22 años recien convertida en mujer. Quizás optó por ella también por la fantasía tan humana de reencontrarse con uno mismo en su juventud, como mirarse a un espejo que no conoce del paso del tiempo.
A los dos días se encontraron después de 20 años. El la pasó a buscar en su auto a la salida de una clase de pintura de ella.
- Estas igual. Le dijo apenas subió al coche con su pollera colorada y una blusa blanca ajustadisima. Tan sincero como embustero, no podía dejar de observar en el rostro de Marta las huellas del paso de la vida. Igual sigue siendo un minón pensó.
Fueron a tomar un café a un lugar alejado de miradas indiscretas. Apenas el mozo dejó sobre la mesa los pocillos, ella comenzó a hablar sin parar. Como siempre. Las personas pueden cambiar muchas cosas, pero no su escencia pensó Hugo.
El no quería saber nada de escuchar lo que había sido de su vida, solo quería tenerla en sus brazos una vez mas. No la estaba escuchando cuando la interrumpió bruscamente:
- Pará loca, cortala con hablar. Quiero acostarme con vos, y ahora.
- Bueno Hugo, mentime un poco. Le dijo risueña.
- Pero que querés !, si no paras un segundo ni para tomar aire.
Pidió la cuenta, pagó sin esperar el cambio y salieron rumbo al Hotel. En el trayecto de media hora habrán intercambiado 3 preguntas. No mas. Una de ellas si habían tenido hijos. El dos, ella uno. El también le preguntó si se había operado los pechos, los veía mas grandes y casi con la misma firmeza que antes.
La habitación del humilde hotel Amancay estaba como siempre. Se amaron como hacia 20 años.
Ella comenzó a hablar nuevamente cuando de repente Juan mira el viejo reloj de agujas colgado en la pared y exclama:
- Ya son la una de la matina negra, tengo que salir de vuelo.
- Es temprano todavía !!! y comenzaron los reproches de ayer y de siempre.
Le pidió que lo deje vestir en paz, y mientras se terminaba de peinar el pelo con las manos pensaba: "Es al pedo, la única forma de enmendar el pasado es no repetirlo".
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