lunes, 15 de marzo de 2010

RESBALON NO ES CAIDA

Era un hombre joven, con apenas 10 meses de casado con su gran amor, un pequeño hijo de 4 años de su anterior relación, uno en camino con 6 meses de gestación, dueño de su propia empresa y varios sueños por cumplir. Además tenía dos pasiones completamente inconexas entre si que lo hacían inmensamente feliz. Una, probar los distintos tipos de aceitunas existentes en el mundo para luego intentar escupir el carozo lo más lejos posible. La otra, escalar altas montañas junto al menor de sus hermanos; quien era soltero, no le gustaba trabajar pero si jugar al poker.
Ese sábado, luego de comer unas aceitunas importadas de Grecia -mas conocidas como kalamatas- y haber escupido el carozo a la nada despreciable distancia de 8,45 metros se dirigió rebosante de alegría junto con su hermano más chico a escalar la montaña en las afueras de la ciudad.
Ya estaban a escasos metros de la cima y a cientos del suelo cuando el más joven tiene la idea de tomarle una foto para que luego le pueda mostrar con orgullo a su amada esposa y a sus hijos.
Cuando mira a cámara y sonríe, al mismo tiempo pisa sobre un liquen que crecía en la piedra desnuda, resbala y cae libremente brazeando en el aire para estamparse contra el piso en un puñado de segundos. Su hermano en la altura, escuchó el impacto como un estruendo que se incrustó en su cabeza. Tomó el recaudo de envolver la cámara fotográfica en una bolsa de dormir, la colocó en la mochila y abrazado a ella -para que no sufra daño la cámara y la ultima fotografía de la sonrisa de su hermano quedara para la posteridad- se arrojó llorando al vacío. Los hallaron uno encima del otro, como abrazados.
En este caso el resbalón no fue caída, fue la muerte de un hombre que podría haber juntado millones jugando a los naipes.


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