Se jugaban los segundos finales del partido y la última pelota de la tarde caía al área con esperanza para unos, con desesperación para otros. El destino y el remate furibundo del delantero quiso que el cuero vaya a dar en la mano del defensor y el arbitro pitara penal. Si lo metía su equipo conservaba la categoria y la hazaña; si lo marraba el adversario se la arrebataria al conseguir el ascenso. Por un segundo los corazones se paralizaron y las respiraciones se detuvieron al mismo tiempo. El arquero se quedó con la ultima bola, y con el se apoderó de toda la gloria deportiva.
Un gran logro lograr que me interese en algo relacionado al fútbol.
ResponderEliminarGracias x tu excepcional prosa.